martes, 31 de julio de 2012

El alemán Ratzinger no quiere que nos perdonen nuestras deudas



He encontrado en un libro que estoy leyendo ahora, La Iglesia actual, una anécdota deliciosa: fue el cardenal Ratzinger el que insistió en que en todos los países castellanoparlantes se rezara la misma versión del Padrenuestro. Hasta entonces, en España se decía: "Perdona nuestras deudas así como nosotros perdonamos a nuestros deudores". La nueva traducción, supervisada por Ratzinger y que a mí me sigue pareciendo sacada de un culebrón, es: "Perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden".

El Padrenuestro fue una oración que enseñó el propio Jesús y que aparece en los evangelios de Mateo y de Lucas. En la Biblia de Reina y Varela se traduce así: "Y perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores" (Mateo 6, 12). Por consiguiente, la versión antigua de la Iglesia católica era la que más se ceñía al original. En la nueva, las deudas se transforman en ofensas, aunque desde luego no son lo mismo deudas materiales y tangibles que ofensas inmateriales y espirituales. ¿Por qué se empeñó un alemán en que no había que perdonar las deudas?

Cuando voy a la iglesia, a pesar del cura, del obispo, del cardenal Ratzinger y del papa Benedicto, sigo repitiendo el antiguo Padrenuestro, pido que me sean perdonadas las deudas.