domingo, 22 de julio de 2012

Los enigmas del 11-M, de Luis del Pino



Los sábados y los domingos alterno A vivir que son dos días y Sin Complejos. Se puede decir que soy veterano de A vivir, desde los tiempos de Fernando Delgado; me entristeció que unos meses atrás Montserrat Domínguez abandonara el programa. Últimamente me he pasado a Sin Complejos, cuyo presentador, Luis del Pino, suele hacer unas presentaciones bastante divertidas. Ayer comparó a Mike, el pollo sin cabeza del condado de Fruita, con el gobierno del PP; y no, no es una historia imaginaria de Bret Harte o Mark Twain, como pudiera parecer: el pollo Mike vivió en realidad, aguantó casi dos años después de que su dueño le cortará la cabeza y se atragantó con un grano de maíz. ¿Cuánto aguantará el PP antes de atragantarse con el grano de maíz que son las autonomías? En el programa de ayer, Ketty Garat, periodista parlamentaria de esRadio, contó lo que le habían dicho varios parlamentarios del PP off the record: que la deuda de este año iba a rondar los 90.000 millones de euros y que España está condenada.

Pero no quería hablar de las tertulias del fin de semana, sino del libro de Luis del Pino, Los enigmas del 11-M, que reúne una serie de artículos, publicados en su día en Libertad Digital. Todavía recuerdo aquella mañana: vi las primeras imágenes en una cafetería, cuando todavía se hablaba de dos o tres muertos. Lo primero que pensé es que ETA había traspasado una línea. Lo que vino a continuación me dejó completamente desconcertado.

Luis del Pino enumera las incongruencias que se fueron acumulando durante el primer año de investigación. La mayoría de los implicados en el atentado eran camellos de poca monta fichados por la policía. Algunos tenían los teléfonos intervenidos. Otros eran confidentes. A pesar de eso, la policía no sospechó que se estaba preparando un atentado.

Especial atención presta Luis del Pino a los explosivos, cuestión nada baladí. Nunca se llegaron a analizar los focos de las explosiones; se destruyeron los vagones sin ni siquiera analizar los explosivos. El jefe de los TEDAX, Sánchez Manzano, probablemente manipuló algunas pruebas. Mientras iba leyendo el libro, no podía menos que pensar en todas esas teorías de la conspiración que surgieron después del asesinato de Kennedy, las dudas sobre el número de tiradores, la implicación de los inmigrantes cubanos y de la CIA: tal vez la realidad sea menos complicada que todo esto, pero, tal como se llevó a cabo la investigación, uno no puede dejar de tener dudas.

Aznar dijo aquella frase lapidaria de que "los que planificaron y escogieron precisamente esa fecha no andan en montañas lejanas ni en desiertos remotos". Sí, quizá ETA no tuviera nada que ver; Arnaldo Otegi fue uno de los primeros en negar la participación de la banda terrorista ("la izquierda abertzale no contempla ni como mera hipótesis que ETA esté detrás de lo ocurrido hoy en Madrid, lo queremos dejar absolutamente claro, ni por los objetivos ni por el modus operandi se puede afirmar hoy que ETA esté detrás de lo que ha ocurrido hoy en Madrid"). Evidentemente, el modus operandi no era el de ETA, si obviamos Hipercor y las detención de un comando unos meses antes del atentado; sin embargo, a ETA le venía muy bien que el PP dejara el gobierno. Y sí, pueden ser casualidades que algunos de los norteafricanos vivieran durante un tiempo en el País Vasco, que uno de ellos fuera amigo de un interventor de Herri Batasuna, que ETA robara una furgoneta justo al lado de la casa de Suárez Trashorras.

No me interesa nada de ello. Me preocupa Jamal Zougham, condenado por el testimonio de varias personas, una de las cuales, la conocida como J-70, según demostró El Mundo hace poco, probablemente nunca viajó en los trenes. ¿Es Jamal Zougham inocente? No lo sé. Aquella mañana no hizo nada diferente a cualquier otra mañana. Él asegura que estaba con su familia. Del Pino dice que tenía el teléfono intervenido y que la policía no encontró ningún indicio delictivo en las escuchas, nada que lo vinculara con el islamismo radical. No se halló ninguna huella que lo relacione con los atentados, ningún resto de ADN, nada. Tal vez Zougham sea un genio de la takiyya. O inocente.

Estos días he terminado de leer una biografía de Conan Doyle. En una ocasión, alguien le preguntó qué pensaba de la condena de Dreyfus. Doyle estaba convencido de que la principal prueba estaba manipulada, pero que los servicios secretos franceses contaban con otras que no podían salir a la luz y que demostraban que Dreyfus era culpable. Quizá eso nos pasa en España: leemos esos artículos y libros que levantan dudas sobre el 11-M, pero preferimos pensar que todo está resuelto, que los autores materiales murieron en Leganés y que Zougham es culpable. Y que conviene no revolver el estanque: el cieno que se levantaría nos impediría ver el fondo, aunque debajo del cieno, al alcance de los dedos, esté la verdad.

El libro de Luis del Pino se escribió antes del juicio, en que se trató de fabricar una versión aceptable de lo sucedido. ¿El encargado? El inefable aloreño Gómez Bérmudez. Todos los jueces andaluces que enviamos a Madrid acaban siendo polémicos: Gómez Bermúdez, Dívar, Garzón. Deberíamos adoptar a Grande-Marlaska. Nuestro querido perote acabó siendo premiado por Rubalcaba con una medalla pensionada por "su papel fundamental para reconducir las numerosas divergencias relacionadas con los medios de prueba", no permitiendo que el juicio "derivara en derroteros confusos". El controvertido juez, unos años después, se puso en contacto con la Embajada de Estados Unidos para informarles de que estaba en contra del encausamiento de los militares implicados en la muerte de José Couso (¡cuántas vergüenzas ha destapado Wikileaks!). Ayer mismo, sacó de la cárcel a dos de los detenidos por el secuestro de Publio Cordón: los familiares, la guardia civil y el fiscal se quedaron estupefactos.

Luis del Pino sacó otro libro relacionado con los atentados, Las mentiras del 11-M. No sé si leerlo. Antes también debería darle una oportunidad al de la mujer de Gómez Bermúdez, Elisa Beni, que se ha convertido en una impulsiva tertuliana.



Jamal Zougham y Mohamed Chaoui
La razón fundamental (la única razón sólida) por la que Jamal Zougham sigue en la cárcel son los testimonios de tres testigos distintos, que dicen haberle visto en los trenes de la muerte aquella mañana negra del 11 de marzo. Tanto Jamal Zougham como su socio Mohamed Chaoui (los dos dueños del locutorio de Lavapiés) fueron reconocidos "sin ningún género de dudas" tanto en las fotografías mostradas en dependencias policiales como en las posteriores ruedas de reconocimiento.

Lo único malo de esas declaraciones testificales es que su solidez es mucho menor de lo que aparenta en un principio. Figúrese el lector hasta qué punto son fiables esos reconocimientos, que el juez Del Olmo no tuvo más remedio que anular los de Mohamed Chaoui y ponerle en libertad, porque si tuvieran razón los diversos testigos que decían haberle visto en los trenes "sin ningún género de dudas", hubiera sido necesario que Chaoui estuviera en dos trenes al mismo tiempo, cosa evidentemente imposible.

¿Qué es lo que había pasado? Pues que esos reconocimientos fueron hechos después de que la foto de estos dos presuntos implicados hubiera sido convenientemente aireada en todos los medios de comunicación (¿hay alguien en España a quien no le suene la cara de Jamal Zougham?). Como consecuencia, los testigos se habían visto contaminados por la publicación en los periódicos de la fotografía de Mohamed Chaoui, identificándole en su memoria con esa persona que habían visto en los trenes y en la que probablemente no se habían fijado demasiado.

Jamal Zougham no tuvo tanta suerte como Chaoui: los reconocimientos de los testigos de los trenes no eran incompatibles entre sí. Aunque dos testigos decían haberle visto en dos trenes distintos, lo habían visto a diferentes horas, así que cabía la posibilidad de que Zougham hubiera depositado una mochila en un tren, se hubiera bajado, y hubiera subido a otro tren para depositar la segunda. Pero ¿está Jamal Zougham realmente implicado en los atentados o es sólo una oportuna cabeza de turco?