domingo, 1 de julio de 2012

Rebelarse vende



Entretenido y hasta divertido libro, escrito por dos sociólogos. Su tesis principal es que la contracultura, malgré elle, se ha convertido en un fenómeno más del mercado. Ser rebelde es cool, aunque, como señala uno de los autores, ser cool supone a veces tener los pies fríos y húmedos (porque no es cool llevar botas).

Rebelarse vende
Septiembre de 2003 fue un momento decisivo en la historia de la civilización occidental. Fue el mes en que la revista Adbusters empezó a aceptar pedidos de Black Spot, las zapatillas de deporte subversivas que fabrican ellos mismos. A partir de ese día, nadie con dos dedos de frente siguió pensando que existiera un enfrentamiento entre la cultura convencional y la cultura alternativa. A partir de ese día quedó claro que la rebeldía cultural, tal y como la plantea la revista Adbusters, no supone una amenaza para el sistema, sino que es el sistema.

Creada en 1989, Adbusters es el buque insignia del movimiento contracultural. Su filosofia mantiene que la propaganda y la mentira imperantes en la sociedad actual, sobre todo como consecuencia de la publicidad, han convertido la cultura en un gigantesco sistema ideológico diseñado para "vender el sistema". El objetivo de estos kamikazes es atascar la cultura, bloquearla trastocando los mensajes que reproducen sus dogmas y obstruyendo sus canales de propagación. El movimiento pretende producir un levantamiento político radical. En 1999, Kalle Lasn, director de Adbusters, mantenía que el bloqueo cultural "será lo que los derechos civiles fueron en la década de 1960, el feminismo en la de 1970 y la protección medioambiental en la de 1980".

Pero hoy, cinco años después de su proclama, está usando la marca
Adbusters para comercializar su propia línea de zapatillas deportivas. ¿Qué le ha pasado? ¿Se ha "vendido al sistema"?

En absoluto. Es esencial tener esto muy claro y,sobre todo, entenderlo. La revista Adbusters no se ha vendido, para empezar porque no tenía nada que vender. Nunca tuvo una doctrina revolucionaria. Lo que defendía era sencillamente una versión recalentada de la teoría contracultural que la izquierda ha abanderado desde la década de 1970. Y esta doctrina, lejos de ser revolucionaria, ha sido uno de los motores del capitalismo consumista durante los últimos cuarenta años.

La inane contracultura
En este libro mantenemos que varias décadas de rebeldía antisistema no han cambiado nada, porque la teoría social en que se basa la contracultura es falsa. No vivimos en la matriz, ni tampoco vivimos en el espectáculo. Lo cierto es que el mundo en que vivimos es mucho más prosaico. Consiste en miles de millones de seres humanos -cada uno de ellos con su propio concepto del bien- intentando cooperar con mayor o menor éxito. No hay ningún sistema único, integral, que lo abarque todo. No se puede bloquear la cultura porque la cultura y el sistema no existen como hechos aislados. Lo que hay es un popurrí de instituciones sociales, la mayoría agrupadas provisionalmente, que distribuyen las ventajas y desventajas de la cooperación social de un modo a veces justo, pero normalmente muy injusto. En un mundo así, la rebeldía contracultural no sólo es poco útil, sino claramente contraproducente. Además de malgastar energía en iniciativas que no mejoran la vida de las personas, sólo fomenta el desprecio popular hacia los falsos cambios cualitativos.