domingo, 23 de septiembre de 2012

La hermandad




Mis libros preferidos de Grisham son El hombre inocente y La hermandad. El primero no es una novela, sino un reportaje que denuncia las falsas condenas que se siguen arrancando en Estados Unidos gracias a severos interrogatorios, sin tener en cuenta ni las pruebas forenses ni la verdad de los hechos. Grisham se centra en las circunstancias que determinaron la condena a muerte de Ron Williamson, un antiguo jugador de béisbol de Ada, Oklahoma. Los agentes de policía buscaban al culpable de la muerte y la violación de una joven camarera. Se fijaron en alguien cuya vida se había torcido, que había fracasado en su intento de convertirse en jugador profesional, que había caído en la bebida.  Unos años después, Grisham trató el mismo tema en una novela, La confesión; aquí, el falso culpable era un jugador de fútbol americano, Donte Drumm.

La hermandad es un libro ingenioso, fascinante, lleno de humor negro, una de esas novelas que se puede leer en todo momento, que sirven para alegrar un mal día o una mala semana. Los protagonistas son tres jueces encerrados en una prisión federal de Florida, que se dedican a extorsionar a homosexuales ricos. En el Distrito de Columbia, el director de la CIA, Teddy Maynard, quiere ayudar a nombrar un nuevo presidente de los Estados Unidos. Tiene un candidato, Aaron Lake. Éste guarda un secreto que puede echar por tierra los planes de Maynard.

Mis dos personajes favoritos del libro no pueden ser más diferentes. Teddy Maynard, como el sobrino de otro Teddy, maneja el mundo en una silla de ruedas; es uno de los taumaturgos que tanto le gustan a Grisham. Me recuerda al Rankin Fitch de El jurado. Joe Roy Spicer, juez de Mississippi, es una debilidad de Grisham, escritor de Mississippi. Spicer es un personaje que parece sacado del gótico sureño; hasta su propio apellido es burlesco.

En La hermandad se describe la elección de un candidato a presidente de los Estados Unidos, el apoyo que recibe de las grandes compañías, de los grupos de presión. Desde luego, el demócrata Grisham convierte a Lake en candidato republicano. 

En El intermediario, Teddy Maynard vuelve a ser uno de los personajes principales. Allí también nos desvela Grisham el destino sufrido por el presidente Lake. 

El bufón de corte
Para la elaboración de la lista de causas pendientes de juicio, el bufón de la corte vestía su habitual atuendo, que consistía en un gastado y descolorido pijama y unas zapatillas de rizo de color lavanda, sin calcetines. No era el único recluso que desarrollaba sus actividades cotidianas en pijama, pero ningún otro se atrevía a calzar unas zapatillas de color lavanda. Se llamaba T. Karl y en otros tiempos había sido propietario de unos bancos en Boston.

Teddy Maynard y Aaron Lake
Teddy volvió a pulsar el botón y apareció el rostro de Lake. En su calidad de veterano de las guerras de espionaje, Teddy raras veces se arredraba. Había esquivado balas, se había ocultado debajo de puentes y congelado en las montañas, había sido envenenado por dos espías checos, recibido un disparo por traidor en Bonn y aprendido siete idiomas, había combatido en la guerra fría, había tratado de impedir que estallara una conflagración y había vivido más aventuras que diez agentes juntos; sin embargo, cuando contemplaba el ingenuo rostro del congresista Aaron Lake, se le formaba un nudo en el estómago.

El dinero siempre acaba venciendo
Tyner era en aquellos momentos la encarnación del típico abogado de Washington. Llevaba quince años sin pisar una sala de justicia y todos los acontecimientos mundiales más importantes que tenían su origen en los confines de la carretera de circunvalación la afectaban en mayor o menor medida. Se enfrentaba a un desafío sin precedentes: la elección de un ignoto candidato de última hora cuyo nombre, de momento, era conocido por un treinta por ciento del electorado, un doce por ciento del cual se mostraba de acuerdo con sus planteamientos. Sin embargo, a diferencia de otras estrellas fugaces que aparecían y se desvanecían en el firmamento político, este candidato a la presidencia disponía de unas cantidades de dinero aparentemente ilimitadas. Tyner había recibido en multitud de ocasiones generosas remuneraciones para que propiciara la elección o la derrota de montones de políticos y estaba plenamente convencido de que el dinero siempre acababa venciendo. Con dinero, era capaz de conseguir la elección o la derrota de cualquiera.


Clancy, novelista republicano
A Lake le encantaban las novelas de Clancy. Acababa de terminar de leer la última, la más larga que hubiera publicado, y escribió al autor una nota de felicitación.

Anuncio electoral
"Siempre juramos vengarnos. Siempre amenazamos con descubrir y castigar a los culpables. "Unas breves imágenes del presidente Bush prometiendo en dos ocasiones distintas acciones de represalia... Otro ataque, mas cuerpos. Un terrorista junto a la portezuela de un vehículo, arrastrando fuera el cuerpo de un soldado norteamericano. El presidente Clinton, casi con lágrimas en los ojos y la voz entrecortada, decía: "No descansaremos hasta descubrir a los culpables". Finalmente, el atractivo pero serio rostro de Aaron Lake miraba serenamente a la cámara y entraba en los hogares de los telespectadores. "El caso es que nunca emprendemos acciones de represalia. Reaccionamos con palabras, nos indignamos y amenazamos, pero, en realidad, enterramos a nuestros muertos y nos olvidamos de ellos. Los terroristas están ganando la batalla porque no tenemos el valor de responder. Cuando yo sea presidente, utilizaremos nuestras nuevas fuerzas armadas en la lucha contra el terrorismo, dondequiera que se encuentre. Ninguna muerte de un ciudadano estadounidense quedar impune, lo prometo. No seremos humillados por esos pequeños ejércitos de tres al cuarto que se ocultan en las montañas. Acabaremos con ellos."