jueves, 6 de septiembre de 2012

Abandonados en el desierto



Lo he escuchado tanto en esRadio como en laSexta: los inmigrantes de la isla de Tierra habían sido llevados a Uxda y allí dejados en el desierto. Está bien dudar de la legalidad de la expulsión de unos inmigrantes que, después de todo, habían alcanzado territorio español. Es criticable que la gendarmería marroquí abandonara en la frontera argelina a los inmigrantes. Ahora bien, decir que habían sido arrojados al desierto es una exageración.

Claro que según el portavoz de Médicos Sin Fronteras, los inmigrantes ni siquiera entraron en Argelia. Se limitan a regresar a Uxda. "Llegan en condiciones muy precarias de salud tras haber estado varios días detenidos y después de la gran marcha que tienen que hacer de vuelta a Uxda desde la frontera argelina, que es un trayecto peligroso y complicado. Necesitan asistencia sanitaria de primera línea y nosotros les referimos al sistema de salud marroquí, que allí sí les está atendiendo." Uxda está a 15 kilómetros de la frontera, por lo que no se entiende muy bien eso de "la gran marcha".

El problema de los inmigrantes no se va a resolver en Marruecos ni trayéndoles a España. Seguirá habiendo inmigrantes mientras siga la pobreza y la falta de perspectivas en los países de origen.



Hace unos días se produjo una tragedia más entre las miles de tragedias que se producen en Siria a diario: una niña recibió un disparo en la cabeza. Televisiones y periódicos se apresuraron a lanzar el titular de que un francotirador había disparado. Para mí, un francotirador es alguien que mata a distancia, contra un blanco que se ve y que merezca la pena. Desde luego, es poco normal que un francotirador declare su posición para disparar contra un "cristal opaco" (aquí, un ejemplo de la noticia). Claro, que el titular del francotirador es más impactante que el de la bala perdida.

Los periodistas parece que han dado la vuelta a aquella frase que Bioy Casares recoge en De jardines ajenos: No me importa la verdad y odio la exactitud.