domingo, 10 de junio de 2012

Nadie es más que nadie



Mi madre siempre me dice que no hay que ser maniático, es decir, que no hay que tener prejuicios. Y los tengo, y muchos, del personaje, Miguel Ángel Revilla. A pesar de que trato de no hacer caso de mi madre -no es bueno dar la razón a las madres-, ayer devoré las memorias del ex presidente de Cantabria. Para mí, no hay mayor alabanza a un libro que esa.

Me gustó mucho la parte de su infancia, que, como la mía, transcurrió en una diminuta aldea, su elogio continuo de la austeridad personal. No hay que negar que, a causa de la política, ha tenido que renunciar a muchas cosas: el primero de sus matrimonios, una prometedora carrera en la banca, tal vez la tranquila vida de un jubilado.

Pero Revilla tiene sus sombras: pocas veces admite en el libro haberse equivocado (en eso es un político), tiende a lo bufonesco -aunque no en el sentido que le dio ese columnista de El Mundo-, es un político regionalista. Sólo esto bastaría: su regionalismo. Admite que quiere a España, que le pone España, pero que también quiere a Cantabria. ¿Qué sucedería si en todas las regiones hubiera partidos como el suyo? ¿Y en todas las provincias? ¿Por qué es Cantabria una comunidad autónoma y no lo es, por ejemplo, Almería, más poblada, más extensa, con una historia más antigua (al menos cultivaban la tierra cuando en muchas partes de la península vivían, como ciertos mamíferos artiodáctilos, de las bellotas que caían de las encinas)?

Desde luego, me quedo con sus anécdotas: sus encuentros con diversos personajes, el rey, Botín, al que humaniza (como todos los multimillonarios, siente aversión a pagar impuestos, pero no a realizar donaciones; quizá deberían donar al Estado parte de su riqueza todos los años, digamos que el 20 % de los beneficios de sus empresas), lo que cuenta del actual presidente de Cantabria, Ignacio Diego, del que da una imagen que recuerda al Greg Stillson de La zona muerta.

El endeudamiento de España
Se habla mucho del endeudamiento de las Administraciones Públicas. No es el mayor problema. Representa el 65 % del PIB de un año y es inferior a la media de endeudamiento de nuestros socios europeos. El problema está en los endeudamientos de las familias, empresas y bancos. Sumados todos ellos, debemos tres billones de euros, o lo que es lo mismo, la producción de España de tres años. Una barbaridad.

Es la consecuencia de las políticas de instigación del consumo. Con los intereses a tipos entre el 1 y el 2 %, las familias se lanzaron al endeudamiento. Los bancos te buscaban para darte créditos. No era suficiente tener vivienda habitual, había que tener otra en la playa, o en la montaña. Viajar de vacaciones por el mundo era casi una obligación.

Yo suelo contar alguna anécdota al respecto. Una vez me encontré con un amigo en la calle y me preguntó si había estado en Petra:

—¿Dónde está ese bar? —le contesté.

—No hombre, te hablo de Petra en Jordania. Yo ya he estado dos veces.

Se sorprendía de que yo no lo conociera.

Recordarán que hace tres años miles de manifestantes con camisetas rojas bloquearon el aeropuerto de Tailandia para exigir la dimisión del Gobierno. No sé cómo, pero algunos consiguieron mi número de móvil y recibí más de veinte llamadas de socorro:

—Revilla —me decían—, tú que eres amigo de Zapatero habla con él para que nos saquen de aquí. Somos quinientos españoles.

—¿Pero qué hacéis en Tailandia? —preguntaba yo.

—De vacaciones —respondían.

—¿Y por qué no os habéis venido a Cantabria, que es más seguro?

La gente pedía créditos para ir de vacaciones. En cualquier lugar del mundo donde ocurría un incidente había siempre un español. Todavía hace un mes he recibido una carta del banco donde tengo la cuenta: "Estimado cliente, el banco y la agencia de viajes equis le ofrecemos unas vacaciones en Turquía, ocho días y siete noches en un hotel de cuatro estrellas por quinientos sesenta euros, que el banco le financia a cuatro años, descontándole módicas cantidades mensuales". Yo no salía del estupor. Uno se puede endeudar para pagar la vivienda familiar o para que los hijos estudien. ¿Pero para ir de vacaciones?