Estos últimos días, ha causado polémica que Esperanza Aguirre, la presidenta de la Comunidad de Madrid, quiera bajar a la mitad los diputados autonómicos: de 129 a 65. Antonio Miguel Carmona, tertuliano incansable y diputado socialista en la Asamblea de Madrid ha dicho hoy en Al Rojo Vivo que lo único en lo que no se puede recortar es en políticas sociales y en el número de diputados; a más diputados, más democracia, parece decir. Cayo Lara ha sido más ingenioso: ha dicho que a Esperanza Aguirre le sobran con dos diputados y un ladrillo.
¿Y qué pasa en nuestra querida tierra? Socialistas e IU quieren que en el Parlamento de Andalucía haya 130 diputados y diputadas. ¿Por qué no 260 o 520 y construir una Grosse Halle o un Palacio de los Sóviets?
No, no me gusta Esperanza Aguirre, pero aún me gusta menos que haya cientos de diputados ociosos y holgazanes cobrando del erario público. De todos modos, la condesa parece que de nuevo ha soltado una cortina de humo para camuflar la subida general de tasas que va a aprobar el gobierno autonómico madrileño. Ya mismo habrá que pagar una tasa por salir de casa y desde luego otra por respirar, porque gracias al gobierno que el aire es respirable.
Al principio me causó escándalo saber que en el Parlamento griego se apretujaban 300 diputados: ¡para un país de 10 millones de habitantes! Sin embargo, en Grecia no hay Senado ni parlamentos regionales. Aquí, en Andalucía, parece que se quiere que cualquiera pueda ser diputado. "Yo fui diputado en el Parlamento de Andalucía entre 2020 y 2024", dirá alguien dentro de unos años. No, no se trata de eso. IU, promotora de la medida, trata de asegurarse una mayor representación parlamentaria. Valderas todavía no olvida esos terribles años, del 2000 al 2008, en que ni siquiera tuvo un escaño en el Parlamento de Andalucía, años duros, una verdadera travesía del desierto. De alguna manera le comprendo: los que no han pasado hambre no saben lo que es no tener nada que echarse a la boca y ver como otros tiran la comida.
