domingo, 28 de julio de 2013

Alfonso Guerra


Acabo de terminar de leer el tercer volumen de las memorias de Alfonso Guerra. Es uno de esos libros que no puedes dejar, porque cada página depara sorpresas: el divorcio político entre Guerra y González, Filesa, el GAL explicado, el cuarto poder mediático, la conspiración de Trinidad Jiménez, protocolo funerario, el Country Club, la causa común de la izquierda, los universitarios marxistas en la Rusia de Yeltsin, Balbás, antibonismo, el endiosamiento de González. Se echa en falta, desde luego, la autocrítica. Sólo una pizquita al final, durante los años zapateristas, cuando Guerra, como presidente de la Comisión Constitucional, tuvo que lidiar con el nuevo estatuto catalán y esa estúpida promesa de Zapatero en la campaña catalana de 2003 cuyos efectos seguimos sufriendo hoy en día. Reconoce que se acabó dando por vencido y dejando que arreglara el desaguisado al Constitucional, que no lo arregló.

Resulta curiosa su crítica al lobby feminista al que estaba sometido Zapatero, y que hizo aprobar, en contra de la opinión de la mayoría de los diputados socialistas, algunos aspectos controvertidos de la ley del aborto. Los regímenes democráticos surgieron para que una mayoría no fuera gobernada por una minoría. Ahora resulta que en la España democrática se imponen sobre las mayorías ciertas minorías que se proclaman investidas de una autoridad moral de origen dudoso o enigmático, que alegan gozar de una legitimidad que se deriva de épocas predemocráticas cuando no prehistóricas. Últimamente algunos medios de comunicación tienen tendencia a informar de que la mayoría de los grupos, de que todos los grupos han votado contra el PP, no de que la mayoría de los diputados han aprobado una propuesta, de que 185 diputados han votado a favor y 165 en contra de tal o cual ley: es como si sólo contaran los grupos parlamentarios, no los diputados.

Cuando leo un libro me voy dando cuenta de que me aburre, no me gusta, me gusta, me entusiasma. Sé que Guerra no es imparcial, incluso me molesta que, en contra del precepto evangélico (Lucas 9, 60), ajuste cuentas con algunos personajes ya fallecidos, pero debo reconocer que merece la pena no sólo leer sino releer este libro.



Un topo en el Consejo de Ministros
Polanco se lanzó a una disquisición sobre lo conveniente que sería que el diario, del que era principal accionista, girara su posición sobre mi persona, y aseguró que él se encargaría personalmente de ello. Le dije que en la cena buscaba ningún beneficio, pero «ya que sacas ese tema podrías aclararme por qué declaraste en un libro de Tom Burns Marañón que tus enemigos públicos eran Jordi Pujol y Alfonso Guerra. Hablo, claro, de mí». Su respuesta fue clara y directa: «Siempre hemos sabido que tú estabas contra nosotros en los Consejos de Ministros». Mostrando mi extrañeza (y mi inocencia) le pregunté: «Pero ¿cómo que lo sabíais?». Su respuesta me produjo una enorme tristeza: «Eso es lo que nos contaba Javier Solana».

Narcís Serra, vicepresidente
Me pidió una entrevista para que le diese detalles sobre mis años en la vicepresidencia. Le invité a comer en la sede del partido. Hablábamos cordialmente sobre todas las vertientes que tenía la coordinación de los ministerios cuando me hizo una pregunta que me hizo sonreír: «¿Cómo tengo que actuar para quedarme yo con la responsabilidad de la Fundación Sistema? Tengo mucho interés en ocuparme yo de esa actividad teórica». Con una malévola sonrisa le contesté: «Pero la Fundación Sistema no depende del Gobierno». Nueva pregunta, nuevo despiste: «¡Ah!, ¿de qué secretaría de la Ejecutiva depende?». «Que no, Narcís, Sistema es una fundación privada que creamos un grupo de amigos. No tiene ninguna vinculación o dependencia de nadie.» El poder se sube a la cabeza como el alcohol. Hay gobernantes que piensan que todo lo que hacen los seres humanos está en su campo de juego. Y los periódicos, empeñados en reivindicar para Serra el papel de coordinador entre el Gobierno y el partido. Vano intento, Serra tendría sus cualidades para gobernar, pero no conocía el mecanismo político del partido.

A mis hijos les obligan a hablar en catalán
Había de tener el honor de entregar el trofeo de la Semana al ganador del año. Resultó ser, si no lo he trasterrado en la memoria, el presidente de la Hermandad del Rocío de Écija en Cataluña. Subió el afortunado y le hice entrega de una figura cuya característica principal era su excesivo peso. Me costó sostenerlo y en cuanto le di el relevo al premiado lo posó en el suelo, pues tenía las mismas dificultades que yo para mantenerlo en las manos. Hice un nuevo intento de bajar del estrado cuando de nuevo fui requerido para quedarme, pues el galardonado había de ofrecer un saludo a todos los presentes. Dirigiose el hombre hacia el micrófono, sacó del bolsillo superior de la chaqueta una hojita, que me pareció de los tacos de almanaque Myrga, y comenzó a leer: «Quiero protestar porque a mis hijos les obligan a hablar en catalán, los pisan con la bota...». No se oyó más, el público aplaudía con una furia desatada. En la primera fila, los rostros mostraban la desolación. La historia de aquel pregón acabó dramáticamente. A la siguiente semana supe que al recompensado hombre de L’Hospitalet ¡le habían retirado el premio!

Garzón cobrando en negro
Cuando se confirmó la presencia de Garzón en las listas, recibí su llamada para ponerse a mi disposición, dada mi condición de coordinador electoral. Se lo agradecí y no volvimos a hablar. Sí supe que fue a la dirección para intentar resolver un problema operativo; como juez debía abandonar unos meses antes de las elecciones el cargo, por lo que dejaría de percibir su estipendio. Me lo consultaron y contesté que sin duda el partido sería solidario abonándole las cantidades hasta ser proclamado diputado, pero que lo haríamos en A, es decir, de manera legal y con firma del recibo por la cantidad real. No aceptó. Pues entonces no hay pago, fue mi respuesta. Parece que acudió a otra institución, esta vez con éxito.

Ciprià Císcar, felicitado
Aquellas elecciones fueron las primeras cuya campaña no dirigí yo. Eché de menos la elaboración de la estrategia, las discusiones sobre las ideas fuerza, los lemas, la cartelería, todo el fascinante revoltijo que supone una campaña electoral. En aquella ocasión la campaña fue coordinada por el secretario de Organización Ciprià Císcar, y fue la primera vez que la Comisión Ejecutiva y el Comité Federal aprobaron unas propuestas felicitando al director de campaña, justo cuando se perdió. En mi interior brotó una sonrisa malévola que controlé para que no saliera al exterior de forma más ruidosa. Nunca había disfrutado yo de tal honor.

Indultos
El tribunal condenó a los parlamentarios, que fueron años más tarde indultados por el Gobierno del PP. Extraordinario recorrido, la querella la presentó el Partido Popular y, una vez en el Gobierno, los indultó. ¿Se puede obtener más beneficio político?

Partido Socialista
El día 1 de marzo estaba convocado el Comité Federal para el estudio y aprobación de la ponencia marco para el XXXIV Congreso. Dos horas antes habíase convocado la Comisión Ejecutiva para llevar una posición común al Comité Federal. Durante la reunión estaba exponiendo mi parecer favorable a que aceptáramos una enmienda para limitar los períodos de los cargos orgánicos a dos mandatos cuando me interrumpió Felipe para decir: «¿Y si bajamos a la reunión y proponemos cambiar el nombre del partido? Sería mejor que se llamara Partido Socialista». Intervine expresando mi preocupación de que, si se planteaba tal cuestión en el Comité Federal, la ponencia marco quedaría marginada por el escándalo que se formaría por la desaparición de la O y de la E (para unos por la O, para otros por la E, y aún los habría escandalizados por la supresión de las dos). Felipe contestó: «No pasa nada si se forma el escándalo». Sólo lo apoyó —sin hacerlo explícitamente— Raimon Obiols, que se manifestó partidario de ir cambiando el nombre (las siglas) poco a poco en los logotipos, aunque no jurídicamente. Es curioso constatar, pasado el tiempo, que ése ha sido el método seguido por los socialistas catalanes. En el congreso de integración se creó el PSC-PSOE, siglas que no usa hoy nunca en su publicidad, que se limita a PSC, y en los últimos tiempos con una llamativa variante: el cuerpo de la letra C exhibe un grosor muy superior al del correspondiente a la P y la S. El tiempo y la experiencia ayudan a encontrar explicación política a los cambios semióticos.

Corrupción impune
Pertenecer a la izquierda exige conocer que sus errores y sus delitos serán magnificados hasta el enardecimiento, y que ello será compatible con una ocultación de los actos de los grupos políticos con los que compite, que se aseguran la impunidad de sus pútridos actos.

La universidad en España
Hablamos largo sobre la decepción que le produce la universidad. Frente a algunas individualidades valiosas hay un conjunto de profesores que sólo se acuerdan del rigor a la hora de examinar. Algunos no enseñan y exigen a los alumnos lo que ellos no saben.

Izquierda y derecha
Los conservadores afirman que basta con garantizar la igualdad de oportunidades. Pero ésta es teórica, pues las condiciones económicas dan seguridad a unos y ponen obstáculos a otros para competir en la carrera de la vida. El concepto de igualdad de los socialistas retira del concurso, de la competencia, bienes y derechos que corresponden a la persona como ser humano. La salud, la cultura, la vivienda son derechos de dignidad que no pueden estar sometidos a la desigualdad que supone competir por alcanzar unos objetivos desde condiciones diferentes.