domingo, 17 de marzo de 2013

Confiscación chipriota



Cuando leí la noticia del corralito chipriota no pude por menos que pensar lo que ocurriría si aquí se hiciera lo mismo. No tengo mucho dinero en el banco, pero perdería el 6,75 % de una cantidad que ya pasó por la criba del IRPF. Si hubiera corralito, sería como si hubiera trabajado durante varios meses como esclavo al servicio del Estado (y de los defraudadores y corruptos). A pesar de una moral pública contraria al ahorro, llevo esa vida austera que Antonio Muñoz Molina recomienda en su último libro. Entonces, ¿he sido un tonto? ¿Tendría que haber conseguido una tarjeta de crédito y abusar de ella? 

Cuando observé las imágenes de chipriotas sacando dinero de los cajeros, me pasó por la cabeza todo lo que no he comprado en los últimos años: un televisor de plasma, un equipo de música, un iPhone, un iPad, un coche nuevo, un aparato de aire acondicionado. Lamenté los viajes que no había realizado, las vacaciones de verano, de Semana Santa, los puentes de la Inmaculada y de Andalucía pasados en casa. Es el infierno que voy a sufrir por no ser un creyente de la religión consumista, por no acudir cada semana a esas catedrales que son los centros comerciales y los hipermercados.

En cualquier caso, los que no han sufrido la crisis, los de siempre, no tendrán ningún problema: sacarán su dinero de España. Otra vez. ¿Qué debería hacer yo, comprar doce o trece onzas de oro y esconderlas debajo de una baldosa?

Pero no, no es posible que en España haya un corralito. No me creo que el Gobierno me obligue a trabajar más y a cobrar menos y que ahora me vaya a robar varios miles de euros. Sería demasiado. ¿Se va a atrever Montoro a quitarme el 6,75 % del dinero que he ahorrado a lo largo de veinte años para poder seguir cobrando su bochornosa dieta de alojamiento, para mantener los miles de empleados de organismos públicos espurios, para conservar ese inútil Senado, para seguir financiando a sindicatos y partidos?