domingo, 18 de noviembre de 2012

Afganistán



El Afganistán de Mònica Bernabé es un país destrozado, física, social, moralmente, un país en gobiernan criminales de guerra (y de paz), en que las mujeres, con burka o sin él, siguen siendo tratadas como en la Edad Media (la Edad Media europea), en que los occidentales han fracasado en su intento de crear lo que ellos creen que deber ser una democracia musulmana. Ahora sólo queda retirarse, y que la huida no sea tan desastrosa como la protagonizada por las tropas de Elphinstone.

Acoso afgano
Quienes sí se destaparon, y mucho, con la caída del régimen de los talibanes fueron los hombres. Por la calle había que ir con cuidado para que los afganos no te tocaran o te pellizcaran el trasero. Años más tarde aprendería que, como mujer en Afganistán, más que cubrirme la cabeza con un velo, era mucho más importante taparme el culo y no marcar las formas.

El burka democrático
Llevar burka también es un indicio de democracia. Si lo llevan es porque quieren. Nuestra religión no las obliga.

Democracia e inmoralidad
Se llevó a cabo un estudio en tres provincias de Afganistán sobre la percepción de la población afgana acerca de la democracia. La mayoría de los entrevistados identificaban la democracia con la inmoralidad y con disponer de libertad absoluta para hacer lo que se quisiera. No era de extrañar. Eso era lo que, para ellos, la democracia había aportado a Afganistán: que no hubiera ley ni orden.

Karzai se justifica
Pero, ¿qué podemos hacer? Cuando llegué a Kabul ellos tenían las armas. No tuve más opción que incluirlos en el gobierno para evitar una nueva guerra.

Kabul
Kabul se convirtió en la capital de la construcción sin ton ni son. No había un plan urbanístico actualizado ni ningún tipo de regulación. A principios de 2012, en la ciudad vivían cinco millones de habitantes. Su población se había multiplicado casi por cinco desde la caída del régimen talibán. En octubre de 2010 entrevisté al alcalde, que me expresó su preocupación por las aguas fecales y la gran cantidad de desechos que se acumulaban en la capital. El sistema de saneamiento seguía siendo el mismo que el del año 2001 a pesar del crecimiento demográfico, por lo que no existía un sistema adecuado de tratamiento de las aguas residuales, y, según explicó, eso ponía en peligro las aguas subterráneas que se utilizaban para el consumo. 

Sólo un tercio de las calles de Kabul estaban asfaltadas y cada día circulaban por la ciudad unos cuatrocientos mil vehículos, lo que levantaba una gran polvareda y aumentaba los niveles de polución. A raíz de esto, a finales de 2010 Hamid Karzai decretó que en la capital afgana los funcionarios tendrían fiesta dos días a la semana, los jueves y los viernes, y no sólo uno como en el resto del país. No lo decidió pensando en los derechos laborales de los empleados, sino confiando en que habría menos movimiento de coches y, por lo tanto, menos contaminación si la gente no iba a trabajar.

Kabul simboliza lo que era Afganistán tras más de diez años de presencia internacional: un país cuya apariencia de desarrollo y mejora era pura ficción.

850.000 dólares
Un senador preguntó en marzo, en una sesión en el Capitolio, cuánto costaba mantener un soldado norteamericano en Afganistán durante un año. Unos 850.000 dólares, fue la respuesta del Pentágono. ¿Qué necesidad tenía Estados Unidos de continuar gastando tanto dinero?


Los talibanes asesinan a Najibullah

¿La historia se repetía?
La guerra  de Estados Unidos y las tropas internacionales en Afganistán ya hacía diez años que se estaba librando, y una década era lo que la guerra de Afganistán contra la Unión Soviética también había durado. Moscú llegó a desplegar unos cien mil efectivos en el país asiático, los mismos que Washington tenía en 2011. La URSS aspiró a formar en Afganistán un ejército de trescientos mil soldados, y trescientos mil soldados y policías afganos era el número con el que soñaba la OTAN. El presidente pro soviético Mohammad Najibullah, en el poder entre 1987 y 1992, intentó llevar a cabo un plan de reconciliación  y el gobierno de Karzai también pretendía reconciliarse con los talibanes para que dejaran las armas. ¿La historia se repetía?