domingo, 26 de mayo de 2013

Editorial cebrianesco

Hace unos días, comentando el etílico accidente de Miguel Ángel Rodríguez, un compañero me dijo:

—Ese tenía mucho poder en época de Aznar.

—Aznar tenía mucho poder en época de Aznar —le respondí.

La verdad, no sé por qué dije aquello. Quizá porque estoy harto de encontrarme a Aznar hasta en la sopa. Para unos fue un presidente maravilloso y los años de su presidencia una aetas aurea. El miércoles por la mañana, algunos tertulianos radiofónicos parecía que habían sufrido una experiencia orgásmica cuando interpretaron que el ex presidente iba a volver. Para otros, sin embargo, los años de Aznar son la época más oscura de la democracia española, de la historia de España. 

El País, por mucho que hayan pasado ya nueve años del retiro de Aznar, no ha moderado su aznaromanía. En el cebrianesco editorial de hoy se le tacha de "tóxico" y se le llega a acusar de que "su mandato presidencial coincidió con la instalación de la mayor red de corrupción política de nuestro pasado reciente", para después añadir la aburrida letanía habitual.

No creo en el milagro económico de los años de Aznar. ¿Se nos olvida que vendió todas las empresas públicas? Sí, redujo la deuda pública y pudo entrar en el euro. Ahora los aznaritos liberales pretenden terminar de vender lo que queda, reducir la administración, privatizar. Por otra parte, la epidemia del ladrillo estalló en época de Aznar, pero no sé qué ex presidente se aprovechó de ella para regalar 400 euros a los asalariados y ganar unas elecciones. ¿No fue el mismo que decía que el sistema financiero español era el más sólido y permitió (o alentó) que el Banco de España cerrara los ojos a la venta de miles de millones en participaciones preferentes?

¿Los errores de Aznar? Hubo muchos, tantos como meteduras de pata, desastres, fatalidades y tragedias: esa foto de las Azores que lo único que me demostró fue que los periodistas consideran que cuatro presidentes son un trío, el Prestige, el Yak-42, el 11-M...  

Y, sobre todo, su pulso con el Grupo Prisa, con Cebrián. En fin, el editorial de hoy en El País me ha dado la impresión de un moribundo devorando un cadáver.