sábado, 29 de diciembre de 2012

Memoria (selectiva) histórica


Hace poco, Laura Mintegi, candidata de EH Bildu le dijo a Antonio Basagoiti: "Si yo condenase a ETA, me pediría que condenase las guerras carlistas". Vamos, que sugería que había que hacer borrón y cuenta nueva, empezar de cero. Pero, ¿quieren ellos empezar de cero? Esta semana ha sido noticia que la Diputación de Guipúzcoa y el Ayuntamiento de San Sebastián han destinado fondos para desenterrar en Asturias los restos de un centenar de gudaris vascos muertos durante la guerra. A lo que parece, quieren devolverlos a la sagrada Euskal Herria. Sí, la memoria histórica, esa majadería alentada por el desmemoriado Zapatero, era en realidad una memoria selectiva histórica: se trataba (y se trata) de exaltar a los izquierdistas, de que las nuevas generaciones de esianos lleguen a la conclusión de que la derecha fue, es y será mala, perversa, criminal. Todos sabemos que no hubo asesinatos en la España republicana, sólo de los que se lo merecían.

Hace poco, alguien propuso juzgar los crímenes cometidos por los izquierdistas durante la guerra civil. La respuesta de un primate socialista fue que ya habían sido juzgados al finalizar la guerra; venía a legitimar los tribunales franquistas, a decir que sí, que Carnicerito de Málaga lo había hecho muy bien.

Aquí en Andalucía, Valderas tiene colgada en su web un borrador de la Propuesta de Ley de Memoria Democrática. Lo he estado leyendo por encima, y no menciona en absoluto el golpe de Estado de octubre de 1934, no demasiado democrático, ni las huelgas generales revolucionarias que pretendían acabar con el régimen republicano: quizá estos acontecimientos no son condenables. Franco era un dictador, sí, apoyado por Hitler y Mussolini, pero también, y durante la guerra, por británicos y estadounidenses. La República no hubiera caído si los países democráticos la hubieran apoyado: ¿por qué Francia y Gran Bretaña miraron hacia otro lado? 

Si hay que sacar una enseñanza de los años 30 es que no debe llegarse jamás al enfrentamiento armado, pero también que es necesario respetar, obedecer las leyes que todos se han dado, nos gusten o no, que sólo podemos cambiar las leyes siguiendo los cauces democráticos. A veces temo, empero, que mi concepción de democracia es muy diferente a la de Valderas, que como muchos izquierdistas considera legítimo tratar de ganar en la calle lo que se ha perdido en las urnas. 

Volviendo al País Vasco, allí se reivindica al mismo tiempo una memoria ultraizquierdista (ETA) y ultrarreaccionaria (carlismo). En este sentido, me sigue causando repelús que haya una avenida de Zumalacárregui en Bilbao. ¿Cuál es la virtud de este tipo? ¿Ser vasco? ¿Luchar contra los jacobinos españoles? ¿Querer vivir en la Edad Media?

A Laura Mintegi le recordaría aquello que se decía en el Evangelio: "Deja que los muertos entierren a sus muertos" (Mateo 8, 22). El problema es que en el País Vasco y en el resto de España hay casi un millar de muertos en sus tumbas y sus asesinos, en muchos casos, no han sido juzgados, no han reconocido su crimen, pasean por la calle con la cabeza alta.