miércoles, 23 de julio de 2014

Cajas

Cajas y más cajas comenzaron a llegar al Tribunal Supremo. Decenas, centenares, miles de cajas. Camiones llenos de cajas fueron descargados por fatigosos operarios, verdaderos sísifos de los juzgados que las dejaron en los sótanos, en los pasillos, en los lavabos, en los despachos. El edificio quedó rodeado de cajas, la calle circundante, la manzana. Miles, decenas de miles, millones de folios que describían el desvío, el robo de decenas, de miles de millones de euros.

El magistrado, el excelentísimo magistrado que había sido colocado allí por las mismas personas a las que debía juzgar, deliberó rápido. Dijo que no había delito, que no había nada, que todo era invención de una juez sevillana, forjadora de grotescas ficciones.

Tardaron semanas en terminar de arrojar los millones de cajas a los contenedores de basura.