jueves, 1 de agosto de 2013

Infalibilidad e inerrabilidad de los políticos

Inevitable salva de aplausos

Inevitable salva de aplausos

Esta mañana, después de que Rajoy dijera "creí en la inocencia de Bárcenas y me equivoqué" (fin de la cita), el procaz González Pons fue entrevistado por Pepa Bueno en la SER. No me sorprendió lo que dijo el político, tan inevitable como lo sucedido en el Congreso, sino lo que le preguntó la periodista: si Rajoy ha admitido que erró, ¿quién puede asegurar que todas sus decisiones no son equivocaciones? Vamos, que un presidente del Gobierno tiene que ser infalible, como el pontífice. ¿Es por eso que los políticos no admiten nunca que se han equivocado? ¿No es mejor el político (y la persona) que admite una equivocación y trata de corregirla que la que se considera por encima del error?

Sigo opinando que Rajoy debería haber dimitido. Pero, claro, él está acostumbrado a eso de que "la vida es resistir" (fin de la cita). Al margen de los grupos minoritarios, que en muchos casos se ha dedicado a la barbulla, los dos grandes partidos han demostrado esta mañana ser unos médicos excelentes: detectan los síntomas y recetan la medicina reparadora para los rivales, pero se ven a sí mismos llenos de salud.

Por cierto, Rajoy afirmó que respetaba las actuaciones judiciales, pero pidió a Ruz que se diera prisa, lo que me recordó no sé qué. Menos mal que no le dijo que se conserva bien a pesar de lo mucho que trabaja, o que era compañero y tuvo un expediente en común con una líder socialista, o que está descorazonado por la forma de hacer instrucción.